Profesión

Profesión: diseñador gráfico

POR NAZARENO ALMIRON

En la edición del mes de julio de 1957, la revista estadounidense Astounding Science Fiction presentaba una historia corta de Isaac Asimov titulada «Profesión». En ella el prolífico autor presentaba una sociedad en donde la educación se obtiene de forma casi instantánea mediante una tecnología llamada taping, muy similar a lo que luego pudimos ver en la película Matrix -«I know Kung Fu»-. Como ocurre con gran parte del género, el planteo de una situación tan extrema se utiliza para poder hacer foco en el estado actual de la misma, en este caso el sistema educativo: la dependencia cada vez mayor en la tecnología -cierto en 1957, mucho más en 2020-, la relación entre conocimiento e inteligencia, y qué espacio le da dicho sistema a la inventiva, la creatividad y los cuestionamientos.

 

En Profesión, el protagonista se encuentra a los 18 años de edad siendo rechazado del proceso de taping, lo cual le resulta devastador ya que esperaba convertirse en programador de computadoras, y a tal fin había estado leyendo sobre el tema para preparar a su cerebro y de alguna manera moldearlo en esa dirección. Más tarde terminaría enterándose que ese afán por aprender con los métodos tradicionales no era más que uno de varios signos que delatarían su capacidad creativa, necesaria para generar nuevos conocimientos -aquellos que el resto de los mortales terminarían aprendiendo mediante el taping-. La intención original del autor giró siempre alrededor del conocimiento científico, después de todo él mismo fue un hombre de ciencias; pero en este caso vamos a utilizar su obra para analizar el rol del diseñador gráfico y su formación.

Comencemos preguntándonos qué significa ser diseñador gráfico, para lo cual me gustaría en este caso evitar el diccionario, y en su lugar abordar el análisis desde la práctica profesional.
Cuando un determinado comitente nos encarga una tarea, ésta puede ser dividida en distintas subtareas, entre las cuales podemos mencionar: análisis del contexto del pedido, investigación sobre la temática, investigación sobre el público receptor, investigación sobre el contexto donde se ejecutará la pieza, consideraciones técnicas a tener en cuenta, análisis y ordenamiento del material inicial, pensar y definir las posibles formas de encarar la tarea, generación de nuevo material, bocetado, ejecución del diseño, preparación del original, seguimiento de la etapa de reproducción. La lista puede seguir y seguir, dependiendo de la tarea en cuestión. Incluso podríamos agregar algunas subtareas más, como por ejemplo el cobro de los honorarios, ¿o es que el diseñador no debe tocar dinero?

Ahora bien, de todas estas tareas -u otras que hayan quedado fuera de la lista-, ¿cuáles se podría decir que corresponden intrínsecamente al rol de diseñador? ¿podríamos trazar una línea dividiendo aquellas en las que efectivamente nos encontramos ejecutando el acto de diseño de aquellas que podrían corresponder a otro tipo de rol?

Como podrán adivinar, todo depende de la escala de los recursos con los que cuenta -o en donde se encuentra- el diseñador: un profesional independiente probablemente tenga que meter las manos en el lodo y encargarse de todas las tareas, pero es fácil adivinar que por el mero hecho de ser diseñador no todo lo que hace es diseñar.

Comenzemos a sumar algunas personas de apoyo: una secretaria puede encargarse de ordenarle la agenda, atender clientes, consultas, etc. El rol de cuentas también puede serle de gran ayuda, y lo mismo una persona administrativa para el manejo del dinero. Hasta aquí creo que todos podemos estar de acuerdo, ¿pero qué pasaría si el diseñador gráfico no sabe o no puede en estos momentos realizar ilustraciones para este proyecto, por lo que relega esta tarea en un ilustrador? Bueno, la palabra lo dice, esa persona se dedica a ilustrar, no vemos conflicto aquí tampoco, ¿verdad? ¿Y si nuestro diseñador sólo llega hasta la realización de un rápido boceto en una hoja de papel, y luego delega el resto de la ejecución de la pieza a un subordinado? En ese caso, ¿quién diseñó la pieza?

Creo que no es necesario seguir con este juego, ya podemos pasar al siguiente nivel: en nuestro día a día como diseñadores gráficos, realizamos muchas tareas que -aisladas- no necesariamente pueden considerarse dentro del acto de diseñar. Si formamos parte de un equipo de trabajo es posible que durante un proyecto determinado solo realicemos tareas técnicas o de oficio, pero eso no significa que hayamos dejado de ser diseñadores: nuestra formación nos moldeó con distintas habilidades que nos permiten encarar distintas tares de una forma particular, y siempre encontraremos el ámbito para poder aplicar nuestros conocimientos. Somos diseñadores gráficos no solo cuando nos encontramos efectivamente diseñando en el ámbito profesional, sino también cuando realizamos tares hogareñas, cuando vemos la televisión o una película, cuando consumimos todo tipo de productos… No todo lo que hacemos es diseñar, pero todo lo que hacemos es como diseñadores, inevitablemente.

Esto nos lleva a un primer cruce entre el diseño gráfico y el cuento de Asimov: en Profesión, las personas que aprendieron mediante el proceso de taping no pueden aprender por otros métodos, y una actualización en su campo de acción requiere necesariamente una nueva sesión de taping para poder estar al día. Si podemos estar de acuerdo en que el proceso de diseño puede ser aislado en gran parte de su ejecución técnica, es seguro decir entonces que la formación de un diseñador gráfico debe necesariamente estar centrada en los procesos mentales que se llevan a cabo a la hora de resolver un problema de comunicación gráfica, y cualquier apelación a cuestiones técnicas es necesaria en la medida que el pensamiento proyectual implica práctica para el aprendizaje. Esta noción es un arma de doble filo, ya que por un lado el correcto aprendizaje de distintas técnicas amplía fuertemente nuestro campo de acción como diseñadores, mejorando a su vez los procesos de diseño, pues a mayor entendimiento técnico se puede obtener mayor efectividad comunicacional; si la formación descuida demasiado los aspectos técnicos, los profesionales tendrán que buscar otros caminos para aprenderlos, a riesgo de quedar relegados en el mercado laboral.

En el universo planteado por Asimov, una persona que no recurre al taping cada vez que ocurre una actualización en su campo de saber queda necesariamente relegada: deberá trabajar para regiones menos desarrolladas, o directamente quedará aislada del mercado laboral, siendo declarada obsoleta. ¿Puede esto ocurrirle a un diseñador? Sería ingenuo pensar que no, ya que el mercado siempre nos exigirá estar al día con las cuestiones técnicas, de hecho en la mayoría de los casos es lo único que se nos exige; pero si tenemos en claro que la esencia del diseñador gráfico pasa por la resolución de problemas de comunicación gráfica, entonces podemos estar tranquilos independientemente de la pieza que tengamos que diseñar. Como prueba de esto basta con analizar cómo fue la evolución de la profesión en las últimas décadas, el paso del papel a la pantalla, del diseño estático al animado e interactivo. A modo de ejemplo, las cuestiones de legibilidad, contraste y espacialidad que deben tenerse en cuenta a la hora de pensar un proyecto de señalética son análogas con las implicancias de un proyecto de gráfica para realidad virtual o realidad aumentada. La resolución gráfica de un artículo para una revista tiene claras diferencias si se trata de su versión en papel o web, pero la organización de las distintas tipologías textuales en niveles, su distribución en el flujo de lectura, el ritmo y tono, serán cuestiones que tendrán en común. Muchas de las piezas que diseñamos hoy en día tienen grandes similitudes con las de antaño, y aún si surgiese un medio completamente novedoso, deberíamos ser capaces de analizar sus características, y adaptar nuestra forma de trabajo a sus limitaciones. Como nota al pie, déjenme decirles que de toda manera ningún medio es absolutamente novedoso, ya que de otra manera el rechazo por parte de los consumidores sería inmediato, por lo que siempre se podrá realizar este ejercicio de traslación de las problemáticas esenciales.

En resumen, un buen diseñador gráfico es aquel que tiene plena conciencia tanto de sus capacidades como de su campo de acción, y no se deja amedrentar jamás por el tipo de pieza que tiene por delante. Pero existe un problema, y aquí es donde volvemos una vez más al cuento de Asimov: como dije anteriormente, la postura del autor gira principalmente en torno al conocimiento científico, y es que tanto ayer como hoy, ser un científico impone admiración y respeto, tanto por sus responsabilidades como por el manto de misterio que hay detrás de los saberes complejos. Pero, ¿qué ocurre entonces con el diseñador? Espero que esta pregunta no haya provocado ninguna mueca socarrona en el lector. Pues bien, el diseñador en general pasa inadvertido. Ocurre que no es suficiente con que el diseñador tenga conciencia de diseño, también el mercado en donde actúa debe tenerla. No podemos realizar correctamente nuestras tareas si no nos dan el poder y la libertad necesarios a tal fin. Como mencioné anteriormente, es el propio mercado el que limita la función del diseñador gráfico, reduciéndolo a una bolsa de conocimientos técnicos. Esto se ve claramente al leer las búsquedas laborales, donde se hace foco inicialmente en la cantidad y tipo de herramientas que podemos utilizar. En una segunda instancia el interés pasa por la calidad visual del trabajo, que es de innegable importancia, pero rara vez se habla acerca de la capacidad de resolver problemas, planificación, creatividad, en definitiva, diseño.

En mi experiencia me ha tocado vivir situaciones extremas de las cuales no tiene sentido sacar conclusiones generales. Podría mencionar reuniones para realizar desing thinking donde los diseñadores no estuvimos invitados, o que personas sin formación en diseño impongan su voluntad a fuerza de su posición de poder en la empresa. Dejando de lado los ejemplos más groseros, ocurren también este tipo de situaciones al relacionarnos con los clientes, donde nuevamente hay una puja de poder, llegando en casos extremos a convertir a los diseñadores en meros ejecutores técnicos de sus ideas, lo cual por supuesto va en contra de la definición misma de diseñador. En el otro extremo podemos encontrar diseñadores que pretenden acaparar todo y más, y creo importante mencionarlo ya que no es la intención de este texto llegar a esa conclusión.

Como diseñadores, tenemos la gran ventaja de ejercer una profesión en donde la creatividad es una constante, pero también tenemos que asumir roles responsables para cuidar de ella. Por un lado tenemos la obligación de mantenernos actualizados, sin creer jamás que la formación del diseñador termina cuando aprobamos la última materia; debemos además ejercer el rol de comunicadores de nuestro valor en el mercado, y así ayudar a incrementar la percepción que la sociedad tiene de nosotros.